domingo, 29 de mayo de 2011

producto 9

Breve narración ficticia sobre algún elemento presente en la información.


      Cuando llegué a la plaza del pueblo, me ví rodeada de mucha gente que gritaban angustiados ¡no los maten!, ¡son trabajadores, inocentes!, ¡a nadie le han hecho daño!.El silencio invadió la plaza cuando un soldado hizo sonar su trompeta, y con ello el sonido de la muerte penetró nuestros corazones, las lagrimas escapaban, los sollozos se escuchaban y la angustia cerraba mi garganta.

      ¡Preparen, apunten... ! repentinamente la orden fué interrumpida por un desgarrador grito -nooo- y la prescencia de una valerosa mujer, se interpuso entre los fusiles de los soldados y los obreros condenados a muerte. Era Lucrecia Toriz, compañera de los obreros quien desesperadamente se incó y abriendo los brazos gritaba suplicando clemencia. Al ver la desesperación y el arrojo con que Lucrecia defendía a sus compañeros, así como los gritos de piedad que el pueblo emanaba, hizó que los soldados aturdidos bajaran sus armas, desobedeciendo la orden de sus superiores, ¡fusilar a los huelguistas!.

       En la memoría del pueblo Orizabeño, quedó para siempre grabado, la heróica hazaña de Lucrecia Toriz, quien defendió la vida de sus compañeros aún bajo el riesgo de perder la suya propia.

         Jamás olvidaré mi visita a la plaza del pueblo en aquel año de 1907.

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